Odontohistoria (II) – «Las dentaduras postizas de George Washington»

Clínica González Macías

Continuamos nuestro paseo por la Historia bucodental, con un episodio que no mucha gente conoce. George Washington, primer Presidente de los Estados Unidos de América (entre 1789 – 1797), ha pasado a la historia por innumerables aportaciones al pueblo americano. Tan grande fue su reputación, que su rostro sigue apareciendo en la moneda actual americana (tanto en el billete de un dólar, como en la moneda de cuarto de dólar). Existe una extensa cantidad de artículos, libros y biografías dedicadas a él, pero quizá no haya tanta información acerca de los problemas dentales con los que, como cualquier ciudadano más, tuvo que lidiar en una época donde la odontología no estaba tan desarrollada como hoy día.


“…de alta estatura, rostro agradable, fuerte, decidido, Washington fue un caballero bien plantado al que, sin embargo, sus dientes le torturaron durante toda su vida. Cuando en 1790 fue investido Presidente, sólo conservaba en boca una triste pieza; el premolar inferior izquierdo. Para llegar a tal estado, sufrió todos los tormentos del infierno, dolores atroces, inflamaciones, abscesos, noches en vela, extracciones despiadadas… Algunos dicen que su temperamento, a veces brusco y precipitado, se debió a las preturas dentales, y que prefería el fuego del cañón al gatillo del barbero.

En América del Norte, hasta muy tarde, no hubo centros de enseñanza ni para médicos ni para dentistas. Al contrario que en América del Sur, donde España se preocupó de fundar precozmente diversas universidades, en Nueva Inglaterra estos asuntos quedaron al cuidado de la iniciativa privada. Así pues, los primeros dentistas de la etapa colonial británica eran personajes variopintos, que ejercían su arte sin injerencias de ninguna clase. Solían ir de ciudad en ciudad y se titulaban según su propio criterio. Entre todos ellos, no llegaban a setenta. Uno de ellos, Philip Clumberg, que ejercía hacia 1784 en Philadelphia, decía que: “todo el arte de la extracción dentaria se cifraba en un brazo vigoroso y en un sólido trozo de hierro herrumbroso”. Con semejante criterio no es de extrañar que dejara a sus pacientes hechos unos zorros. (…)

De la correspondencia postal que se conserva  entre George Washington y sus dentistas, se pueden extraer algunas conclusiones acerca de cómo el Presidente vivió aquella época. Por ejemplo, se deduce que él mismo, debía retocar personalmente su dentadura postiza cuando le hacía daño, hasta tal punto de desgastarla más de la cuenta. En efecto, aquellas dentaduras eran incomodísimas. Por lo pronto apenas se adaptaban a la boca, pues eran meras piezas talladas a ojo de buen cubero. Al poco tiempo de llevarlas puestas, se ponían muy feas y absorbían los olores de la comida, bebida y especias.

A Washington, siempre según sus comentarios, le interesaba que su boca no se hundiera excesivamente; que sus labios estuvieran rellenos, y que su semblante apareciera natural.”

 

Como hemos podido observar, ni siquiera siendo el presidente del país más influyente del mundo, garantizaba tener una boca perfecta, sino que además no se contaban con los medios técnicos y conocimientos odontológicos de los que disponemos hoy en día.

*Lectura extraída del libro “Bocas imperiales”, escrito por el Dr. Julio González Iglesias. (Edit. Altana Pharma SA)

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