Ocurre aproximadamente cada 365 días. Nuestros televisores nos muestran una Puerta del Sol abarrotada de ilusión y alegría, y tras 12 campanadas siempre controvertidas, inmediatamente comienza un nuevo año. Una vez transcurridos esos primeros momentos de emoción y júbilo, llega el momento de serenidad y enmienda en el que se nos vienen a la cabeza una infinidad de propósitos muy positivos que juramos cumplir a rajatabla desde la misma mañana del día 1 de enero.
Apuntarnos al gimnasio, ponernos a dieta, aprender un idioma nuevo, mejorar nuestra forma de ser… La mayoría de estas voluntades dejan de cumplirse en febrero. En el mejor de los casos.